Y se acabó nomás. De regreso al terruño, a la comida peruana y a los cobradores que te gritan baja rápido pe, ambas cosas únicas en el mundo.
Es imposible resumir con justicia la inabarcable experiencia de Chicago y el RSNA, ninguna foto podrá reflejar la inmensidad de los ambientes ni podré expresar en palabras a qué huele el piso 103 de la torre Sears.
Espero estos escuetos comentarios y fotos animen a los colegas, sobre todo a los más jóvenes, a explorar más allá de las fronteras, a las que a veces parecemos clausurados, y ver que hay más.
Mucho, mucho más.
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